jueves, 18 de septiembre de 2014

HEMOS SOPLADO UNA VELITA



Ya llevo un año en Riyadh. Debe haber sido el año más difícil que me ha tocado vivir hasta ahora, pues al desarraigo geográfico se le sumaban todos los factores de una cultura tan distinta como es la que impera aquí. Y claro, empecé mi vida de casada al mismo tiempo… Ustedes ya ven, entonces: Mi independencia económica y mi libertad total como mujer se quedó en Lima, y llegué aquí a ponerme una abaya y a ser una esposa y ama de casa. Si intento ver ese panorama desde afuera, realmente opinaría que nadie debería pasar por tanto cambio simultáneo sin una terapia previa, sin una suerte de preparación. En serio! Pero, vamos, que me tiré a la piscina y aquí descubrí, además, que no soy la única. La experiencia, por supuesto, está siendo única, pero nada le quita dificultad al reto. Yo digo: Debe haber, en algún lugar del cielo de Alláh, una medallita de oro para mí… y tal vez una de plata para mi esposo, quien ha tenido que lidiar con mis angustias y frustraciones aquí (¿o se creen que el día a día es fácil? No way!), en esta ciudad surrealista. 

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