martes, 27 de agosto de 2013

Las primeras impresiones


Ya llevo algo más de dos semanas por aquí. He ido a conocer grandes centros comerciales y algunos restaurantes, pues eso es realmente lo único que uno puede hacer cuando decide salir de casa (por supuesto, siempre está la opción de ir a casa de algún amigo). Así de simple: ir a comprar o ir a ir a comer. No hay cine, no hay teatro y, of course, está prohibido el consumo de alcohol, o sea, que no se puede ni pensar en aquello tan agradable de ir a tomar un trago con un amigo o amiga. Aquí cuatro puntitos generales a los que, seguro, volveré luego con más detalle. 

1. La vestimenta
Lo primero que a cualquier occidental le debe llamar la atención al salir a la calle es la estampa casi macabra de mil siluetas negras que caminan por todos lados: esas son las mujeres saudíes. Además de vestir la abaya, ellas deben cubrir su cabello. Se pueden ver variantes: mujeres con el cabello cubierto solo por un velo negro (llamado niqab), es decir, con el rostro libre, y otras con las llamadas burkas que ocultan toda la cabeza excepto los ojos, como las de esta foto:

Incluso hay burkas que también tienen una tela negra (aunque esta debe ser más delgada) en los ojos. Las más tradicionales traen puestos, además de eso, guantes negros: nada de piel expuesta! Es decir que lo único que les ves es la punta de los zapatitos. Las niñas están libres de abaya hasta aproximadamente los 10 años; luego no hay marcha atrás.
 Ver a los hombres es menos intimidante. Cual ying y yang, mientras ellas van de negro, ellos van vestidos con una larga pieza blanca de algodón o lana, llamada thawb; sobre su cabeza llevan la ghutra, que es un pañuelo blanquirrojo ( a veces es únicamente blanco), el cual sostienen allí arriba con una suerte de aro hecho con cordones negros.

2. El prayer time
Los musulmanes deben rezar en dirección a la meca cuatro veces al día, pues así lo dictan sus leyes. Detienen toda actividad para ello. Un poco antes de la hora de cada rezo, se oye (desde donde estés) un llamado para el "prayer time", lo que les indica a los musulmanes que pueden ir partiendo a rezar a la mezquita más cercana. Quienes no van a una, se retiran a un sitio privado para su rezo. Todo cierra para ese momento sagrado, todos dejan de trabajar, todo se detiene, por lo que la gente debe salir de los comercios (si estás en el restaurante, es mejor que ya tengas tu plato en la mesa cuando llega el prayer time, o no te atenderán hasta que este termine). En algunos súper, las puertas se cierran, pero permiten a la gente continuar llenando el carrito sin problema. Aquí hay un video de uno de esos momentos. Sabrán entender que la idea era filmar los pasillos y la puerta cerrada, así como captar los cantos del rezo, pero Diego decidió que eso me incluía a mí en la grabación. 




Así es: Jamás pueden lucir su ropa en la calle porque la abaya es ley, pero no se imaginan la cantidad de tiendas de marca con lo último de la moda para mujeres (tiendas que en Lima no he visto). La vanidad y la coquetería corre en las venas de las saudíes como en las venas de cualquier otra mujer del mundo. Con muchas tarjetas de crédito del esposo en su poder, ellas sólo eligen y pagan (carteras, vestidos, zapatos, maquillaje, todo!) pues el dinero no es un problema aquí. Indagaré más sobre este tema, que me parece fascinante.

4. Los gatos!
Así como es normal encontrar perros por las calles en cualquier lugar del mundo, aquí lo que encuentras son gatos callejeros organizados en manadas. Los puedes encontrar echándose la siesta bajo los carros en un estacionamiento o trepando los altos muros de tu casa con la intención de invadir tu jardín o tomar agua de tu piscina. El cómo se alimentan es información que sigo persiguiendo... pajaritos, tal vez? Lo indicaré en cuanto vea almorzando a uno.
Voy cerrando este post aquí, que ya estuvo bueno de generalidades. Nos encontramos en el próximo!

martes, 20 de agosto de 2013


El viaje


Doce horas después de dejar Lima, llegué a París, en donde me pude quedar un día entero mientras esperaba la salida del vuelo que, al día siguiente, me llevaría a Riyad. En la Ciudad Luz tuve dos encantadores anfitriones amigos de mi esposo: Catherine y Giorgio (ella, peruana; él, italiano), un matrimonio que, además de su casa, me ofreció un precioso tour parisiense, el cual me dejó maravillada: la torre Eiffel (de noche es para llorar por lo hermosa que es), el Arco del Triunfo, Notre Dame, La Bastilla, El Sena, y demás lugares, callecitas y maravillas que tiene París. El día se hizo generosamente largo, pues el sol me hizo el favor de permanecer en el cielo hasta cerca de las 9pm o 10 pm. Fue perfecto. Terminamos la noche con una exquisita cena de cuatro en un restaurante que otro encantador amigo peruano sugirió. Esa fue una cena magnífica, inolvidable, acompañada por tres personas que me ofrecieron su tiempo y su calidez casi sin conocerme: Puedo decir definitivamente que eso fue lo mejor de París.




Pues no me han pagado por decir esto (de hecho, no me pagan por decir nada), pero encontré el servicio de Air France realmente buenísimo. Me daban en la yema del gusto en casi todo. Lo único que me desesperaba era el deficiente inglés de las azafatas y azafatos (¿se llaman así?). Yo siempre creí que quienes trabajan en aviones hablan por lo menos tres idiomas sin problema, pero los de mi avión eran puro francés y un inglés medio cojo e impresionantemente afrancesado ("mote", le dicen?). Lo sufrí especialmente cuando, durante el vuelo de París a Riyad, me percaté de que había dejado que se lleven mi bandejita de comida con los retenedores que mi querida amiga y dentista me había dado en Lima. Pues que me los quito para comer, los envuelvo en una servilleta y luego meto esta en el vaso (lo peor es que lo hice pensando en que debía recordar sacarlos de allí). Cuando me percaté del descuido, salí disparada hacia donde había visto que se llevaban los carritos de comida: “Necesito a alguien que hable castellano!”… Ahí estaba yo, revisando, una por una, la enorme pila de bandejas consumidas, esperanzada en encontrar la que tenía en el postre una cucharita clavada (el postre no me había encantado, así que sólo le di una probada y le dejé la cucharita clavada), con ayuda de uno de los sres del avión “¿This one?...No, ¿This one?...No…”. Hasta que la encontré. Chan! Hay que tener suerte, eh!. Volví a mi asiento satisfecha a terminar de ver mi película argentina.
 Eran aproximadamente las 9pm. “La suerte en tus manos” estaba por terminar en mi pantalla cuando una voz anunció que habíamos llegado a Riyadh. Mi corazón se congeló de golpe. Abrí la pequeña ventana y pude ver las primeras luces de la ciudad. Ese fue el único momento en que mi sorprendente capacidad para ahogar las lágrimas desde que salí de Lima se fue a la porra. Empecé a sollozar sin poder parar: Allí estaba Riyad… Después de tanto tiempo de espera, yo estaba en Arabia también e iba a poder vivir al lado de Diego, mi esposo. En ese momento agradecí que el avión viniera súper vacío y que no tuviera a nadie cerca. Sólo pude controlarme unos minutos después, cuando pensé en el hecho de lo horrible que iba a verse mi cara si seguía llorando así: Mi esposo debía verme feliz, así que opté por cerrar la ventanita (porque de otra forma no paraba).
Cuando ya iniciábamos el aterrizaje, volví a asomarme al cielo y entonces tuve la visión que, puedo decir, ha sido la más hermosa de mi vida: Una gigante y perfecta red de oro se extendía en el medio de la oscuridad…Ustedes tenían que haberla visto... formaba cuadrados y rectángulos de diversos tamaños, los cuales se engarzaban con maestría; era como un tejido de oro puro, detallado, impecable… digno de los trabajos manuales de los grandes antepasados peruanos. Mi boca se quedó, literalmente, abierta; me volví creyente durante esos segundos… “Oh, por Dios…”. Recuerdo haber pensado que todas las personas del mundo tienen el derecho de ver desde el cielo esa maravilla que es Riyad de noche.
 Cuando finalmente descendimos del avión, allí estaba él. Lo habían dejado pasar Migraciones para recibirme a la misma bajada del avión. Estaba de pie, con su enorme sonrisa y un gran ramo de rosas rojas y, sobre todo (y eso era lo más conmovedor para mí), puntualísimo. Ya estaba avisadísima de que no podía lanzarme a sus brazos, pues las costumbres aquí no permiten ese tipo de manifestaciones de cariño en público, así que sólo nos dimos un beso en la mejilla y nos abrazamos por unos segundos. A mi ramo de rosas le siguió el segundo regalo: mi primera abaya (esa túnica negra con la que todas las mujeres, musulmanas o no, deben cubrirse el cuerpo cuando están en sitios públicos). Debía ponérmela en el acto. Fue cuando mi cerebro activó la primera alerta que, en este país, seguro que va a volverse algo que me salvará de mil embrollos: “Peligro”. Le dije a Diego que no podía ponérmela sobre el saco que llevaba puesto, que iba a tener que quitármelo, pero que el problema era que tenía un polo sin mangas debajo. Nos miramos con ojazos… “Ya fue. Quítate el saco y ponte la abaya al toque”. Así lo hice. Me sentí la mujer más observada del aeropuerto... me sentí estúpidamente desvergonzada!, pero mis manos se movieron con rapidez para entrar en esa oscura túnica.
Lo demás se dio en cosa de minutos. Luego de pasar por Migraciones y recoger mis dos  maletas moradas, salimos del pequeño aeropuerto para subir al auto que nos esperaba. Fue poner un pie en la calle para sentirme ferozmente “atacada” por un aire caliente que, enseguida, me resecó los labios. Era increíble pensar que un ambiente así era natural; se sentía como si tuvieras el rostro a dos centímetros de uno de esos hornos en que da vueltas el pollo a la brasa (sólo que sin ese olorcito tan rico).  Una vez en el auto  y ya envueltos en su aire acondicionado, el extremadamente amable driver nos llevó por las calles de Riyadh directo a mi nueva casa.
Así fue, en resumidas cuentas, como llegué a Arabia Saudita la noche del viernes 19 de agosto. Así empieza la aventura árabe!



Breve pero necesario prologuito (Post 0)


Quiero dar enormes gracias a mis amigos limeños que contestaron a una rápida miniencuesta que hice en facebook en esos momentos en que necesitaba una ayuda para pensar un nombre para este blog. Intenté hacer una mezcla de todos sus aportes y, a la vez, mantener más o menos el estilo propio. Libebé (ahora Alibebé) les está re agradecida!!