miércoles, 7 de mayo de 2014

Acostumbrarse a Riyadh

Nueve meses desde que empecé mi vida en Riyadh. Ya pasó la difícil etapa de la adaptación y aquel primer choque que fue el tener que descubrir, golpe a golpe, las enormes diferencias culturales: Existe un mundo más allá de la loca cultura occidental, y es éste. Ha sido la lección de estos últimos nueve meses. Entonces me pongo a pensar que una misma es su propio experimento sociológico… Saca a una occidental promedio (carrera universitaria, sosteniéndose ya sola fuera de la casa familiar) de su contexto y colócala en el medio de una de las ciudades del corazón del Islam. Juaz…
Recuerdo que, poco antes de salir de Lima, me invadían con atolondrada frecuencia eso de bajarme antes del carro en que iba o volvía de algún lado. Entonces prendía un cigarro, ponía mi música en mis oídos y me lanzaba a caminar… Me gustaba mirar, sobre todo, mis zapatos (siempre chatos), el jean pegado sobre mis piernas o mis brazos descubiertos y felices. Era mejor aún cuando lo hacía bajo esa llovizna nocturna que a Lima le gusta regalar de vez en cuando en los meses de julio o agosto. Era totalmente consciente de que eran las últimas veces que podría hacer ese tipo de cosas, tan simples, en quién sabe cuánto tiempo; por eso, devoraba cada segundo de esas caminatas, las consumía como consumía esos cigarros… los evaporaba. Pero esto no intenta ser una nostalgia limeña (sabrán disculpar si lo parece…), porque el punto al que intento llegar es el siguiente: ¿Alguna vez te llegas realmente a acostumbrar a tu nueva condición de mujer expatriada en Riyadh? ¿Te puede dejar de molestar la obligación de vestirte con un sayón negro para salir de casa?¿Empieza alguna vez a “estar bien” todo lo que sucede aquí? … La respuesta sería diferente para cada mujer, evidentemente, pero –feliz o infelizmente- para  una mujer tan difícil como yo siempre será ésta: “Por todos los círculos de Dante… !No!” (… Y entonces mi esposo lee esto y se golpea la frente… Lo siento, cariño, te trajiste a una así). Bueno, voy a tratar de explicarme (aunque probablemente las que se parezcan a mí ya me entendieron la idea).
Ser mujer expat aquí, ya lo hemos dicho, es de lo más difícil. Voy a dar un ejemplo que sucedió hace unos dos meses, que creo que puede ayudar a entender un ángulo del asunto. Pues que me había quedado yo sin unos insumos que necesitaba para cocinar el almuerzo y, como recordaba el camino de mi casa hasta un supermercado al que se podía llegar caminando, decidí lanzarme a la calle SIN DRIVER… qué podía pasar? Eran menos de 10 minutos calle abajo… Empecé el camino y encontré fácilmente el supermercado, y fue mientras encargaba mis quesos que un hombre me empezó a hablar en árabe. Luego de voltear a mirarlo, volví a lo mío, ignorándolo completamente. Fue cuando salí con mis dos bolsitas , caminando otra vez rumbo a casa (porque no es seguro tomar un taxi de la calle) que me percato que ese mismo ser humano me seguía lentamente en una camioneta, repitiendo palabras que yo no entendía, hasta que empezó a decir “Number, number”. Intenté no parecer nerviosa y continué mi camino desviándome rápido de esa calle, salí a otra desde otro brazo de la calle, para volver al camino, y apareció nuevamente la camioneta, avanzando lenta detrás de mí. Cuando me di cuenta, mi perturbación había hecho que mi sentido de dirección se vaya al cacho: Yo ya no sabía por dónde ir en medio de todas esas calles, no sabía si podía estar alejándome más de mi casa, en el afán de perder la camioneta. Finalmente, me acerqué a una mujer que caminaba por ahí con su pequeña hija y le pregunté dónde podía tomar un taxi por allí. Por supuesto, ella hablaba árabe y no me entendió una sílaba, pero por lo menos logré que el hombre desistiera y sólo respiré cuando vi a su auto alejándose calle arriba hasta perderse. Decidí volver al supermercado y tomar un taxi en esa calle principal, qué diablos... Yo ya estaba media perdida (además, sin saldo en el celular) y no me terminaba de reponer del todo cuando apareció un auto medio deportivo  manejado por un árabe de unos 30 años, con toda su clásica vestimenta de tof blanco y mantel de picnic en la cabeza, con lentes oscuros y barba media rasurada. Este otro imbécil sí me habló en inglés y me siguió en inglés también. Pegaba su autito a mí y me extendía su número en una tarjeta, pero ya me encontró con más bronca que temor… Igual, no hacía el menor caso cuando le gritaba que se largue, que llamaría a mi esposo (... ya dije que no tenía saldo?). Se fue, y luego vino otro….lo mismo. No me dejó en paz hasta que di con la calle principal del supermercado y crucé. El taxi me dejó viva en casa, pero yo estuve con complejo de persecución por dos días, cerrando con llave cada puerta dentro de mi casa y alertada por cada ruido que sentía afuera. Moraleja de la experiencia: Usted, señorita expat, no debe salir a la calle sola; usted es un ser humano que sólo respetarán si va con su esposo al lado (Ja… Y por esos días se había estado hablando de una campaña contra el acoso callejero en Lima… acoso… Esssto sí es acoso, no frieguen). Bueno, el caso es que entendí la realidad y volví al driver hasta para lo más nimio: de mi casa al auto,  dela uto al sitio A, y viceversa, y aún así una sigue expuesta a hombres atrevidos que no hacen más que hacer que te tragues un coraje!  ¿Verdad que es lindo ser mujer en Riyadh? Pero yo hablo solo por mí, obviamente, desde mis propias experiencias, lo cual no quita que esa sea una realidad del hombre aquí. Vamos a ver el otro lado: Esta sociedad tan estrictamente  segregada, que impide el trato libre entre mujeres y hombres solteros (siquiera estar en el mismo ambiente comiendo una hamburguesa), hace que estos últimos estén, literalmente, locos por el contacto. Por supuesto, nada justifica el acoso, pero si impones una antinatural prohibición ahí tienes las consecuencias.

Con respecto a la abaya, más allá de que me derrita de calor con ella bajo estos 40 grados, jamás me gustará ese símbolo opresivo que sólo recalca la condición de mujer como objeto del varón, hacedora de hijos y niña pequeña sometida al mundo del hombre. Este rol puede convertirlas, paradójicamente, en pequeñas dictadorcillas, pues se pueden volver consumidoras totales, así que los caprichos de ellas son obligación para el marido. Y, claro, es mejor si eres la primera esposa, así tienes el chance de que el hombre se gaste todo su dinero en ti y ya no tenga fondos para pensar en una segunda esposa… Brillante! Cuando conozco a una árabe soltera que trabaja y gana su propio dinero, me encanta y me regocija saber que sí que existen mujeres así aquí… aunque no sean la mayoría.
En fin, el día en que me empiece a acostumbrar a estas y otras cosas más que suceden por estos lares, el día en que me deje de indignar, me preocuparé. Por otro lado, cuando las experiencias son muy buenas con árabes, entonces se vislumbra una compensación muy pero muy agradable por conocer a gente de enorme calidad humana, cuando conozco algún matrimonio en donde él es árabe y ella latina y se ve tanto respeto, tanto amor, que te queda pensar... "Este es el Islam que debe crecer".
La experiencia en Riyadh sigue... sigo renegando con lo tarde que abren las tiendas los fines de semana, con el calor de parrilla en la cara que quema bajo la abaya; sigo muriendo de risa en medio de este desierto con mi esposo (sobre todo cuando nos ponemos a conversar con nuestros drivers), porque finalmente la vida es esa frase trillada que explica que la felicidad está donde tú la escarbas.
Ahora, para que se rían un poco, les dejo una foto de mí con mi camuflaje. Esa tarde decidí salir a explorar el vecindario (acabamos de mudarnos), pero con pinta de árabe, no me fuera a pasar lo que antes ya conté. La experiencia fue totalmente diferente. He obtenido el secreto!
Saludos a quienes leen y un abrazo hasta sus lares!